Perris se levantó pesadamente de su cobertura tras un nido de escombros. El sol del atardecer arrancaba con sus últimos rayos leves destellos a las grisáceas ruinas.
El caso de Jan fue aún más sangrante. Cometió el peor delito que puede cometer un soldado: deserción. Hizo las maletas para enrolarse en un infame grupo conocido como LCT y abandonó para siempre a sus antigos aliados a su suerte. Hoy apenas se sabe nada de él ni de sus nuevos compañeros, salvo algún susurro leve que porta el viento de vez en cuando “Cagon diooos, tengo que cambiar el agua del vaso”.
El de Mon_TUX fue un caso también harto extraño. Adquirió el hábito de escribir anotaciones cada día en las trincheras, y así acabó publicando el famoso “Libro de los trolls”. Tras cumplir este hito se echó el hatillo al hombro y comenzó a vagar por las runias del mundo en busca de la iluminación. Se cuenta que en su búsqueda halló a Spoopy, y que Spoopy le inició en el nuevo camino de la cerveza. Pero es un hecho indemostrable, a mitad de camino entre el mito y la leyenda.
Pipe fue herido en la batalla
Perris se cubrió los ojos con la mano a modo de visera para ver mejor, pues los rayos del sol moribundo le daban directamente en la cara. Ante sí sólo había un desolado paisaje de ruinas. En la otra mano aún sostenía el fusil del cascanueces, como él mismo, último baluarte del CMC. No tardaron en escucharse los rugidos (“que putas ulcerísimas estomacales tienen que tener estos bichos, mai fren”) de las quimeras, y sus siluetas se recortaban en gran número por el horizonte. Muchas llevaban el lapicero. Perris sacó la munición avanzada y saltó por encima del parapeto, corriendo y gritando a pleno pulmón con el fusil terciado. Así fue la última carga del CMC. Así el día en que cayó el último hombre.
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