Prefacio:
No voy a decir que he vuelto. Porque este, como cualquier otro, podría ser mi último post. Sin embargo, la verdad es que nunca me fui. Mátame Camión está a la deriva como un barco zarandeado por los mares del destino; con Humakt aferrado desesperadamente al timón, clamando por su soledad. Pero yo soy la ominosa tormenta que lo guía. Es mi furia la que hincha sus velas hacia puertos desconocidos. He estado -y estoy- ausente, sí. Ocupado en menesteres como engendrar más bastardos que Robert Baratheon y Julio Iglesias juntos. El mundo necesita de mi progenie para ser un lugar mejor. Y tan noble causa está incluso por encima de MC. Duele admitirlo. Sin embargo, y sin que siente precedente, no quiero que se me llene la boca hablando de mí mismo. Una vez más, mojo la pluma en el tintero para hablaros del auténtico ausente. Del hombre cuyo destino desconocemos desde hace años. Sí, claro, es Jan. Quién si no. Todos sabemos que cometió crímenes horribles (descarga de vídeos de shemales, comprar la x-box, coleccionar vasos con cuajarones,…). Y cuando se enfrentó a la Justicia del Rey, no le quedó más remedio que elegir entre la hoja del verdugo y vestir el negro. Su elección no fue ningún secreto. Su sino lo era hasta ahora. Inicia este episodio la saga que narra las aventuras de Jan entre los juramentados hermanos de la Guardia de la Noche, defendiendo el muro de cuantos peligros lo amenazan.
JAN
Se despertó sobresaltado, bañado en sudor frío. El sol aún no arrancaba destellos en los hielos del muro, y Jan Nieve ya estaba despierto. Flexionó los dedos con los que sujetaba el mando de la PS3 para desentumecerlos y mantenerlos flexibles. Tal y como le recomendara el lord comandante.
- No ha sido más que otra pesadilla, mai fren. –pensó casi en voz alta-. Siempre la misma, siempre recurrente.
Boli alzó la cabeza, desperezándose. Había estado durmiendo a sus pies en la fría celda de la torre de vigilia. El perro huargo siempre lo acompañaba. Al parecer compartían un mismo destino. Y el tamaño de los huevos.
- Roooosha, roshiiiiiiina. Duérmete otra vez, rey, no hemos tenido más que una pesadilla – le dijo al perro.
Boli bostezó y volvió a acomodarse para el sueño. Dichosas pesadillas. Otra vez soñó con el día en que se vio desposeído de su vida tal y como habia sido. Y de sus crímenes. Al pronunciar los votos y vestir el negro, su deuda de sangre quedaba perdonada. Y su vida se debía al servicio en la Guardia de la Noche. Los Otros se lleven a todos aquellos malditos burócratas. Ahora y siempre, su deber era defender el muro de sus posibles asaltantes. Los salvajes de Braki Ryder, el-Rey-más-allá-del-muro, se volvían cada vez más osados. Así que se estaba convirtiendo en un deber casi peligroso.
- Dichosas pesadillas – repitió.
No había sido una mañana muy distinta de la que se avecinaba. Estaba preso en Desembarco del Gay, pudriéndose en una celda de los niveles inferiores. Había en ella esparcidos excrementos, orines, restos de comida y teconología punta (ATENCIÓN: deja vú) por igual. El carcelero acudió en su busca y le llevó al septo. Allí, ante toda la furibunda multitud que pedía a gritos su cabeza, el septón supremo leyó la sentencia.
- Jan Nieve, por vuestros crímenes sexuales, de cambiacapas y escatológicos, la justicia del Rey decreta la pena capital para vos. (ATENCIÓN: spoiler) El maestre Mon Payne ejecutará la sentencia de inmediato. A menos que abracéis la posibilidad que el Rey, en su infinita sabiduría, os ofrece como alternativa: ingresar en las filas de los juramentados hermanos de la Guardia de la Noche y partir ipso facto hacia el muro.
Jan dudó unos instantes antes de responder:
- Si, no, bueno ahoasdhoaa, mai fren, no sé…
Pero todo eso había sido hacía una eternidad, y ahora no tenía tiempo para pensar en ello. El cuerno sonaba en una llamada. Era la hora de levantarse y desayunar. ¡Por los antiguos dioses! El cuerno llamó una segunda vez. Los salvajes atacaban. Jan se levantó de un salto y se enfundó en su armadura y ropas negras. Boli se irguió gruñendo en una hilera de dientes.
- Tranquilo Boli, si te portas bien, luego te llevo a ver a Lenona. O me hincho a vino del Rejo y le disparo a Txema.
Entonces el cuerno sonó en una tercera llamada. ¡Demonios! ¡No puede ser!
Que bonito. Me has emocionado de verdad.
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