Desde que se publicó mi autobiografía en 2005 (de la cual aprovecho para reseñar, fue traducida a varios idiomas y vendió 17 millones de ejemplares en todo el mundo) de todos es sabido el poco cariño que, desde siempre, les he profesado a los ingleses. Sin embargo, hay uno de ellos por el que históricamente he sentido una gran admiración. Se trata del almirante Horacio Nelson. Excelente marino, soldado disciplinado, grandísimo estratega y arrogante hijo de puta. Como buen inglés. Lo de invencible lo aparcaremos de momento. Se pasó por el forro de los cojones todos los manuales de estrategia naval en Trafalgar. El inútil de Villeneuve (el monsieur comandante en jefe de la escuadra hispanofrancesa) dispuso sus naves en línea perpendicular a las británicas, en una formación que según los cánones de estrategia naval venía siendo infalible. Y encima virando en el último momento hacia Cádiz, como pretendiendo huir si se torcía el asunto. Dejando, tras una maniobra que ya era complicada de por sí (sin apenas viento y con una tripulación en la que la mayoría de los hombres no había visto un barco en su puta vida), más huecos entre nuestras naves que en los calzoncillos de Jan. Y así, con unos cojones como los del caballo del Cid, Nelson dispuso sus naves en dos columnas y aprovechando el barlovento se lanzó contra la armada hispanofrancesa para rebasarla y poder partirla en dos, atacándola también desde la retaguardia. Entenderán que se metió de lleno bajo un intensísimo fuego de artillería sin poder responder hasta el último momento. Y sin despeinarse. Contaba con que el estado de la mar y la inexperiencia de los marinos españoles harían fallar muchísimos de los pepinazos. Ya dije, arrogante hijo de puta. Pero tuvo razón. Nos partió en dos y fue destruyendo las naves aliadas una a una rodeándolas con varias de las suyas y aprovechando la mayor cadencia de fuego de la artillería británica. Sin embargo, ésta fue su última hazaña. Como ya retraté con más pena que gloria en el ultimo episodio de las aventuras de Jan, un soldado francés le partió la madre de un plomazo y ahí se acabó Nelson. De vuelta a Gibraltar con el cadáver metido en un barril de alcohol. Y en todos los documentos que he leído así se testimonia. Salvo en este: http://www.webmar.com/web/trafalgar/4t_batalla.php. Donde se dice que el soldado que mató a Nelson era vizcaíno. Claro. Supongo que esto lo habrá escrito un vasco. Ya me estoy imaginando al mítico Patxi de los chistes de vascos relatando la Historia como un Herodoto moderno:
“¡Ay va la hostia Patxi! Me cago en Dios. ¿Cómo que el que mató a Nelson era francés? Mis cojones francés, joder. Si era del mismo Bilbao. De la ría del Nervión. Igual que el Alejandro Magno ese, el que conquistó Persia y llegó a la India. Si en realidad se llamaba Andoni Alejandroetxea. Alejandro Magno era el mote, porque después de talar árboles a hostia limpia con la mano abierta se lavaba con jabón de ese de Magno. El que es negro. Vale que nació en Macedonia, pero eso es porque ya sabéis que los de Bilbao nacemos donde nos sale de los cojones. Pero era de Barakaldo, como Javi Clemente. Y usaban las mismas tácticas. Antes de la batalla le metía un manguerazo de riego al campo y patapún parriba las falanges macedonias. ¡Ay va la hostia! Infalible. Y eso de falanges macedonias otro error. Eran Ertzaintzas joder. No hay más que fijarse en los dibujos de la jarra de vino esta. Mira, llevan txapela, pasamontañas, la zeta y la porra. Que no me sabéis interpretar los grabaos antiguos joder.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario